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Conocí a José Ángel cuando él ya lo había sido todo en el fútbol y otras facetas de la vida, a una edad en la que muchos deciden observar la vida desde la atalaya de la experiencia sin involucrarse ya en sus batallas diarias. Pero él no era de los que hacen eso. Acababa de vencer a una grave enfermedad y con el optimismo y la capacidad de trabajo que le caracterizó hasta su ultimo día y que pronto aprendí a admirar, decidió unirse a un grupo de, por aquel entonces, jóvenes aficionados al deporte que él amaba. Un grupo de seguidores de distintos clubes que dedicábamos una parte de nuestro tiempo a trabajar por un fútbol democrático en que las aficiones pudiéramos sentirnos orgullosos de nuestros clubes y que estos no fueran el juguete de algún millonario con buenos o malos propósitos.

En aquel momento no nos podíamos creer que una persona que había sido el presidente más longevo de uno de los clubes históricos de nuestro fútbol, presidente del comité que organizó el Mundial 82, fundador de la liga profesional de nuestro país y dirigente de la RFEF durante muchos años, entre otras tantas cosas, se uniera a aquel grupo de idealistas que años antes habíamos ido agrupándonos en asociaciones de aficionados y de pequeños accionistas de nuestros respectivos clubes. Pero José Ángel, no solo lo hizo sino que se puso a liderar el proyecto y a trabajar incansablemente día a día para que sus sueños de fútbol democrático se hicieran realidad y al poco creamos la red de aficionados y pequeños accionistas de nuestro fútbol: FASFE.

Viéndolo con la perspectiva de los años se me hace más increíble aún que tuviéramos la suerte de que una persona como José Ángel Zalba pusiera su conocimiento, experiencia y contactos al servicio de la bella y para muchos utópica idea de convertir nuestro fútbol en algo digno de lo que podamos sentirnos orgullosos. Pero José Ángel era así, generoso y sensible ante las injusticias, sin un mínimo ápice del cinismo que muchas personas acumulan cuando ya han visto tanto. También era un optimista que contagiaba entusiasmo aún en los momentos más bajos de moral, y de esos ha habido muchos en todo este tiempo.

A lo largo de los 14 años en los que tuve el increíble honor de trabajar con él compartiendo horas y horas de reuniones, viajes y sobremesas, José Ángel con su conversación fácil y su increíble capacidad para rememorar partidos históricos nos contó su historia de amor por su club, el Real Zaragoza, y por nuestro deporte. José Ángel no solo era capaz de forofear como el que más, también tenía la inteligencia de identificar los males de lo que los más jóvenes denominábamos –como si tuviéramos la mitad de la mitad de su experiencia– “el fútbol moderno”. Gran conocedor del proceso que convirtió a la mayoría de nuestros clubes en sociedades anónimas, no en vano a él le toco dirigir el proceso de conversión de su club, identificaba esa forma jurídica como uno de los males que aquejan a nuestro fútbol. Cada vez que tenía ocasión y ante todo tipo de interlocutores, desde deportistas hasta responsables políticos pasando por periodistas, dirigentes deportivos o hinchas futboleros, explicaba con increíble sencillez y lenguaje llano los males que nos estaba suponiendo la eliminación de los socios de la ecuación de gobierno de nuestros clubes.

La sorprendente sencillez y cercanía con que trataba a todo el mundo, con la que era capaz de abordar a un Presidente del CSD y decirle a la salida de un evento algunas cosas que el responsable político no quería oír y el cariño y respeto con que le trataban muchos años después personas sobre las que había ejercido algún tipo de responsabilidad adornan el catálogo de anécdotas que nos deja como legado porque José Ángel era y será siempre para nosotros el ejemplo de que por muy altas que sean las responsabilidades que alguien ejerza o haya ejercido, el respeto por las personas y la capacidad de sostener con determinación y firmeza las ideas que uno cree justas ante todo el mundo deben ser los principios que deben guiar una buena vida. La suya lo fue e iluminó la nuestra.

Ahora nos deja, pocos meses después de que un cambio legal súbito acabara la obligación de ser SAD que pesaba sobre los clubes profesionales de nuestro país desde 1992 –algo cuya aprobación celebró como un gol en el minuto 90– y en un momento en que, al fin, soplan vientos favorables para que las aficiones ganemos nuestro espacio de participación en nuestros clubes y los órganos de gobierno de nuestro deporte. Deja un vacío que será imposible de llenar, pero no nos abandona ni lo hará nunca su ejemplo, que seguirá guiándonos cada día en nuestra labor de mejorar nuestro deporte.

Querido José Ángel, que la tierra te sea leve. Los que tuvimos el honor de conocerte y disfrutar de tu amistad esperamos ser dignos de tu legado.

Emilio Abejón
Secretario General
FASFE - Accionistas y Socios del Fútbol Español