Imprimir

mani_betis_15jObservamos en los últimos tiempos una serie de turbulencias que están afectando a los clubes de fútbol españoles. A principio de verano eran más de 70.000 aficionados del Betis los que se manifestaban contra la gestión del máximo accionista Ruiz de Lopera y esta misma semana millares de seguidores del Atlético de Madrid protestaban contra los dirigentes del club Enrique Cerezo y Miguel Ángel Gil. Este tipo de movilizaciones con millares de implicados, que dado el actual contexto económico parecen de difícil explicación, son la única forma de canalizar el descontento de unas aficiones que desde 1992 no cuentan con cauces de participación en los clubes.

En un deporte como el fútbol que crea vínculos muy fuertes entre aficionados y clubes y que levanta pasiones de gran calado, siempre ha habido conflictos entre los aficionados y los dirigentes. Sin embargo antes de 1992 los aficionados tenían cauces de participación en la administración de unos clubes que eran suyos, no de manera metafórica sino real al estar estos constituidos como asociaciones civiles. En aquella época los socios votaban a sus presidentes y podían participar en las asambleas que controlaban y fiscalizaban la gestión de las juntas directivas. Sin embargo hoy en día, tras la conversión de la mayoría de los clubes profesionales en sociedades anónimas deportivas, los aficionados han perdido todo cauce de participación. Resulta curioso ver como en entidades que todavía son clubes como el Real Madrid o el FC Barcelona, cuando hay conflictos estos se resuelven de forma democrática y no traumática, basta ver los ejemplos de la crisis del FC Barcelona con Gaspart o con Laporta solucionadas, una con unas elecciones y otra con una moción de censura, o la reciente crisis del Real Madrid resuelta con la convocatoria de unas elecciones también. En contraste, en clubes como el Real Betis, el Valencia o el Atlético de Madrid las crisis se enquistan y pudren hasta niveles insospechados, al no contar los aficionados con mecanismos adecuados de representación de sus intereses.

mani_12SEn las escuelas de negocios punteras, los nuevos gurúes del management explican como una adecuada gestión empresarial debe integrar a todos los stakeholders  (grupos afectados por la organizaciones) que en una empresa son básicamente sus accionistas, trabajadores y clientes y en el deporte profesional son los accionistas, los jugadores y los aficionados. Pues bien, en el mundo del fútbol que contaba en nuestro país con un sistema integrador de todos los interesados hasta 1992, a día de hoy se excluye al grupo afectado más numeroso e importante, al que paga la factura final del deporte que no es otro que el de los aficionados. Esta falla del sistema deriva del fracasado, también en sus aspectos económicos, sistema de sociedades anónimas deportivas que no permite una adecuada gestión de las crisis porque no integra en el sistema a todos los actores.

En un momento en que el sistema español de deporte profesional está en revisión en el parlamento, el problema de la integración de los diversos grupos afectados en su gobierno ha de ser afrontado. La nueva Ley del Deporte que venga a sustituir a la de 1990 y que debería estar lista antes del final de esta legislatura ha de plantear un marco legal que modifique un régimen injusto e ineficiente en el que hay intereses no representados, lo que redunda en conflictos irresolubles en muchos casos, no por su complejidad, sino porque el sistema adolece de una errónea arquitectura institucional que impide su resolución.